IN MEMORIAM
Querida
Rocío:
La verdad es que pensé que sentarme a escribirte
unas cuantas líneas me iba a resultar mucho más fácil, pero ya desde el
principio estoy descubriendo que no, que los sentimientos siguen a flor de piel
en todo lo que se refiere a ti. Y supongo que así seguirá siendo siempre. No es
malo del todo, decía Zafón que “mientras
se nos recuerda seguimos vivos”, y esta frase, que ha marcado tanto a mi
generación, es la que me gusta tener siempre presente cuando me acuerdo de ti.
Para que no olvides nunca que siempre seguirás por aquí.
Han pasado cinco años, casi como un suspiro y sin
darnos cuenta. El mundo ha cambiado, el cole también. Probablemente, si ahora
volvieras a pasearte por sus pasillos, te sentirías una extraña, igual que ya
me siento yo. La última generación a la que tú diste clase está a punto de
volar, hasta las paredes de los pasillos han cambiado. Pero, en el fondo, por
mucho que todo cambie, hay pequeños lugares que siempre te echarán de menos.
Los murales, que nunca han vuelto a tener el mismo sentido del humor. Las tizas
azules, que jamás serán lo mismo desde que tú no las utilizas para pintar
circunferencias con el super-compás. La puerta de 2ºA de la ESO, que estoy
segura de que está aburrida porque ningún profesor ha vuelto a atravesar el
hueco del cristal para entrar en clase y dejar a sus alumnos asombrados, con la
única intención de que no dieran mucho la vara en esa hora. La campaña de Navidad,
las pizarras, las tarimas. Tantas cosas, tantas personas que estábamos
esperándote y ya nunca te vimos volver.
Para mí, y estoy segura de que también para el
resto, las clases de Dibujo no volvieron a ser lo mismo. Perdieron su emoción y
su entusiasmo. Porque te llevaste contigo ese trocito de artista que habías
sacado en cada uno de nosotros, con tus palabras optimistas ante cualquier
chapuza que preparábamos en un momento.
Muchas veces, hace falta perder a alguien para aprender
a valorar todo lo que nos aportaba, y aunque es probable que nunca entendamos
el por qué, nos sentimos orgullosos de haberte conocido, de haber coincidido
efímeramente contigo, y de poder recordarte. Porque te desesperabas con
nosotros, porque utilizabas más tiempo suplicando silencio que explicando,
porque tu ironía nos dejaba boquiabiertos y los viajes al pasillo a los que nos
enviabas en realidad no nos gustaban tanto como parecía. Porque nos encantaba
oírte preguntar cuál era la dimensión que estábamos visitando y si íbamos a
tardar mucho en volver, y porque a pesar de las risas todos odiábamos que nos
pusieras un negativo “de buen rollo”.
Porque probablemente lo único que te apetecía al llegar a casa era quemar cada
una de nuestras camas con nosotros dentro, pero, en el fondo, nos querías.
Igual que todos nosotros a ti. Y es por eso que no dejamos de acordarnos de ti.
Y no sólo hoy, sino cada día.
Y es que es un poco más fácil vivir sabiendo que
tenemos la suerte de tener un pequeño ángel cuidando de todos nosotros desde
ese lugar maravilloso que es el Cielo, sin importar que estemos desperdigados
por el mundo porque en cuanto entras ahí estoy segura de que recibes una
especie de superpoder que te permite tener miles de ojos, uno para cada una de
las personas a las que hay que vigilar.
Por aquí te echamos de menos, pero también nos hace
mucha falta tenerte ahí arriba. Que no hay día en que no piense que ahí estás
tú, acordándote de todos y cada uno de los diablillos a los que enseñaste a
coger un lápiz con ánimo.
Cuídanos, Rocío. A todos. A todos los profes, que sé
que nunca se acostumbrarán del todo a que no estés, a todos tus alumnos, porque
ya sabes que de vez en cuando se nos van de las manos las locuras. A tus hijas,
que estoy segura de que no dejarán de sentir siempre que su madre las protege.
A todos. Que además estar por allí con Antonio seguro que tiene un plus que te
deja tener más capacidad para controlarlo todo.
Espero que no hayas perdido tu sonrisa, que tu risa
no haya dejado nunca de resonar por los recovecos del Infinito, y que no hayas
dejado nunca de utilizar tu ácido cinismo que nos dejaba sin respuesta posible.
Me alegro de que hoy, que es el quinto cumpleaños de
tu nueva vida, de esa que ya no se termina nunca, coincida justo con la fiesta
grande del Cielo. Si ya por aquí abajo es impresionante, no quiero ni pensar en
cómo se celebrará allí arriba, seguro que como poco hay trompetas resonando en
cada esquina. Y es una suerte, y un honor que hace un poquito más llevadero el
recuerdo, pensar en que tú ya estás disfrutando de todo eso.
Espéranos, porque volveremos a encontrarnos. Y
mientras, no dudo ni un solo instante de que Dios os tiene en su regazo.
Nos vemos, Rocío.
Loreto