Cogió
la mochila y subió al tren pensativa. En el mismo momento en el que
Gina se sentó, le vino a la cabeza que era lo que le había hecho
levantarse pronto esa misma mañana y perderse las clases. La noche
anterior las palabras de ánimo de sus amigas y las ganas de averiguar
quién estaba detrás de las rosas que había estado recibiendo durante los
últimos meses.Pero ahora, a la luz del sía, su idea había perdido el
brillo y se preguntaba cuanto tardaría su madre en echarla en falta.
Ah..su
madre. Seguramente se volvería loca buscándola por toda la ciudad, como
mucho disponía de unas cinco horas antes de que encontrar la nota que
dejó bajo la almohada. Esperaba que no sufriese ningún ataque de pánico,
como la ultima vez. Hace mucho tiempo, era viernes, y al levantarse un
sol resplandeciente la esperaba tras las cortinas. Fueron los llantos de
su madre los que la despertaron, bajó las escaleras y esa imagen se le
quedó grabada a fuego en su corazón. La de su madre sentada llorando en
su piso, acurrucada contra sus piernas, con lágrimas rodándole por las
mejillas.En su mano derecha sujetaba un trozo de papel, Gina se acercó y
pudo ver las palabras que había hecho a su madre derrumbarse. Lo siento, John. John era el nombre de su padre, a quien no había vuelto a ver desde entonces.
El
pitido del tren le devolvió a la realidad. Era hora de viajar a conocer
al misterioso chico con el que llevaba meses escribiéndose por carta, a
la antigua usanza. Recogió la mochila de su compartimento y bajó.`Perdona, ¿eres Gina?`-le
habló una voz a su espalda. Esta se volvió y el aire dejó de
sus pulmones desapareció por completo.Ese hombre...Sí.Lo conocía, no,
imposible. Papá
Deborah Diego. 2ªA
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